01 octubre 2008

"Gelem Gelem"

Van, libró afortunadamente las tormentas antojadizas de la locura ajena, salvó de las flagelaciones que le estaban reservadas, no el pánico fue lo que alentó a sus músculos a alejarse; tal vez un sentimiento de culpa y pavor al oir los gritos desaforados de Amanda y la Tía Martinica, tal vez huyó de su vulnerabilidad; huyó queriendo cruzar la vía ferroviaria, para alejarse de ese mundillo que le había mostrado el peor de sus rostros, sabía que las colinas no lo pondrían a salvo, solo le quedaba la ciudad y hacia alla iba, bajo la lluvia y empapado de dolores, y mientras huía las nubes de su mente obnubilaban sus ojos:

-Algo traza los caminos del hombre que, para algunos está reservada la tranquilidad más absoluta, y para otros las más sordidas agitaciones del alma; o alguien, detrás del escenario del mundo, trabaja cuidadosamente en nuestros presentes insospechados.
Aquellos que el mundo recorren incansablemente, están llamados a sufrir el amargo sabor que deja la oscura incertidumbre del mañana incierto. Cuántos caminos y circunstancias han atravesado mi obstinada sensación de libertad, y sin embargo sigo siendo el mismo presidiario del tiempo y la distancia, he emancipado mis pasos para dejarlos al antojo del viento, y el viento mismo ha conspirado en mi contra. La felicidad de los gitanos es tal, que tienen que compensarlo por medio de la tragedia. A donde vaya, tropezaré con esas sonrisas encarnadas en sus labios, a donde mire, habrán rastros de lágrimas y sangre cubriéndoles el alma. De dónde vienen, oh gitanos, que llevan a cuestas tanta miseria y tanta riqueza, y las llevan en sus trajes, y duermen sobre sus penas, y se alimentan de fraternales abrazos, y caminan con el orgullo tatuado en la frente
, y despiertan con intensa alegría. Oh gitanos, si supieran que yo también, como ustedes, tuve una familia grande y feliz, y así como ustedes algo o alguien la exterminó usando mis manos. Quisiera caminar con ustedes en ese finito peregrinaje; ojalá pudiera creer en algo; pero a mi fe, la asesinó la razón; la razón no será mía jamás, pero mi fe era lo único que poseía hasta que descubrí que la voluntad también era mía, pero requería exclusividad, así, fuí a dar hasta aquí: siempre huyendo, siempre pensando, y siempre procurando mi soledad. Vuestro constante andar me excluye abiertamente, puesto que no tengo nada que encontrar; en el tren que recorre los caminos del destino, solo caben los esclavos de la fe.

Vuestros caminos los siento míos, mas no busco lo que buscais; vuestras esperanzas son mías también, pero no puedo vendarme los ojos para alcanzarlas; Podríais constituir una nación entera, pero no advertís el obligado menester de falsear vuestras convicciones para que el resto del mundo os crea, y os prepare un aposento digno; donde podáis reposar vuestras ropas, vuestras vidas, vuestro indómito orgullo, vuestras penas y alegrías. Si es hora de representar un rol, háganlo ahora o vaguen hasta la extinción.

Van se alejaba entre las chozas, para arrebatarle a sus oídos los gritos y las miradas del gentío que lo perseguía con la mirada absorta, las bombillas y los calderos quedaban atrás en la medida que la luz intensa de la metrópoli aparecía en la distancia para absorberlo.
Volteaba el rostro para imprimirle conciencia a su partida, huía él pero su espíritu errante le contradecía.

Extrañamante, la tarde se hizo clara, la lluvia cesó para abrirle paso a las penúltimas luces del sol. Ahí, en medio de la claridad e inmerso en la repentina calidez crepuscular, tropezó con una anciana que sonreía tristemente, llevaba una vieja guitarra contra el regazo henchido de orgullo; sus cabellos plateados titilaban con el agónico ardor del atardecer, sus labios enjutos lucían las encías almenadas, cuyos tractos dejaban pasar una suave melodía: Gelem Gelem

Djelém djelém lungóne droméntsa, (He viajado por muchos caminos,)
Maladilém baxtalé Rroméntsa. (Y encontrado Gitanos felices.)
Ah, Rromalé, katár tumén avén, (Decidme de dónde venís)
E tsahréntsa, baxtalé droméntsa. (¿Con vuestras tiendas por estos caminos del destino?)
Ah, Rromalé, (Oh, Gitanos)
Ah, Chavalé. (Oh, muchachos.)
Vi man sasí ekh barí famílija, (Yo también tenía una gran familia)
Mudardá la e Kalí Legíja; (Pero la legión negra la exterminó;)
Avén mántsa sa e lumnjátse Rromá (Venid conmigo, Gitanos del mundo entero.)
Kaj phutajlé e rromané droméntsa. (Recorramos nuevos caminos.)
Áke vrjáma, ushtí Rromá akaná, (Ahora, levantémonos,)
Amén xudása mishtó kaj kerása. (Ha llegado el momento de actuar.)
Ah, Rromalé, (Oh, Gitanos)
Ah, Chavalé. (Oh, muchachos)

Van no entendía lo que la mujer cantaba, sin embargo al refugiarse en sus notas, estas parecían recordarle cada sendero que hubo escogido. Se sentó sobre una piedra para admirarle y, sonríendole, se acercó a ella.
Sus piernas cansadas les facilitaron para hincarse delante de ella, puso su mano derecha sobre el diapasón de la guitarra, como queriendo callarla, y abandonó el pesó de su mano izquierda para tocar la realidad: la tierra. Su frente cayó sobre las rodillas de la anciana y está le respondió con una sonrisa franca, le acarició la cabellera y le dijo:

No huyas de ti muchacho, no es de ti de quien debes huir, sino de las oscuridades del alma que nos persiguen a diario; si te sientes malvado, seguramente es que guardas abundancia de bondades en tu corazón, y si te sientes bondadoso, procura que nadie halle en ti tus maldades, porque éstas, están reservadas para el conocimiento de tu interior.
No huyas de ti, porque al huir estarás dejándonos sin rastros para hallarte.

Aquella tarde, una lágrima reprimida sorprendió a Van, sintiéndose nacer nuevamente.



Gelem Gelem: Himno Gitano