29 abril 2009

"Cero"

Era una fría mañana de marzo. El sol, en una actitud insolente, se habia ido sin avisar; las nubes grises y las constantes lloviznas limeñas anunciaban o amenazaban un invierno frío y duradero.
Aún hoy resuenan en mi mente las noticias de esos días, los desastres naturales propiciados por un fenomeno climático natural parecian presagiar la futura turbulencia que cambiaría el resto de mis días; en su defecto, mi espíritu atribulado por las graves inconductas de mis padres, se encargaría, ¡Cómo no!, de cambiarle la vida a más de uno a partir de ese mismo día.

"Cero en conducta" me propuse secretamente mientras me dirigía al colegio.
Tengo todo planeado, una vasta experiencia en perversión y mala influencia aprendida en mis duros días de escuela primaria. Me romperé la boca y escupiré sobre la espalda de la directora, buscaré una tachuela para alojarla en la nalga de algún compañero. Robaré cuadernos o libros para culpar a otro de mis injustificados latrocinios. Haré lo que sea con tal de que me expulsen de ese antro que llaman escuela.

En primera instancia podría no entenderse esta actitud ardientemente infantil, tal vez porque estas pensando como adulto ahora. Retrocede lentamente en el tiempo desde tu imaginación, cierra tus ojos y verás que las dimensiones desaparecen y se confunden con los recuerdos y la inocencia, con la absurda impotencia de no ser tan alto como el resto o no tener el poder de invocar una palabra de respeto que incline los oidos de los demás hacia tus razones; retrocede hasta donde te enseñaron solo a escuchar y sentirás como de pronto nuevamente tu piel exhala ese perfume adolescente que te obliga a no sentir temor jamás.

Eran esos días de pubertad en la que me obligaban a tomar decisiones. Todavía permanece el eco de la enérgica voz de mi padre: Tú decides, te vas a un colegio militar o a uno evangélico.
Era una decision bastante dificil para ser mi debut. Ya el régimen militar lo estaba viviendo en casa, de modo que no tenía elección, mi proximo colegio sería un campo de concentración de mojigatos, pervertidos, hijos de drogadictos, adulteras y toda clase de gente ruinosa que busca en las fauces de la religion un hálito suave que les de sentido a sus minúsculas vidas. Yo tenía esta opinión de los cristianos evangélicos, tal vez porque observaba con detenimiento los pasos de mi padre y no deseaba ser uno de ellos nunca, además de mi padre habían muchas personas enfermas metidas en un escondrijo suntuoso que denominaban Templo y que visitábamos a diario en las noches...

...Ciertamente, las noches eran mi castigo diario desde que me presentaron a este sujeto a la edad de seis años, lo amaba por necesidad o porque sentia una gran presión social al adherirse la paternalidad sobre mi. Estoy seguro que jamas le dijeron que los hijos no son propiedad de los padres, puesto que el actuaba como si yo fuera su mejor juguete o su obra de exposición, casi siempre se mostraba orgulloso; casi siempre... En presencia de sus amigas las cosas cambiaban y yo pasaba, por decreto paternal, de ser su hijo a ser su sobrino: menuda ocurrencia de mi padre para ganar terreno con las feminas; aunque desde mi punto de vista particular, esta actitud lo convertia en un cínico y cobarde, carente de un argumento valido y un plan de acción para enfrentar y resolver sus necesidades más básicas. En fin, ya me ocuparé de el más adelante.

Por lo pronto, ya había tenido una experiencia previa con los funcionarios de ese colegio. En esos tiempos mi madre aunque decía quererme y preferirme solo tenía cabeza para ocuparse de mis hermanos, y mi padre aquejaba siempre falta de tiempo. Meras excusas para no confesar, una: que el hombre que tenia por esposo no se lo permitia; y el otro: que sus actividades viriles eran mas importantes que el desarrollo personal de quien personifica la consecuencia ultima de sus actos. Así es que solo quedo yo, y por obra de arte de la supervivencia tuve que arreglar mi matricula y los trámites básicos para mi inscripcion escolar secundaria.

Estaba sintiéndome muy triste al recordar con cariño mis otrora amigos del Colegio miraflorino Independencia, ese sí era un colegio, como ningun otro tenia salones especiales donde se impartia adiestramiento en mecanografia (de donde, gracias a la musica de las teclas, nació mi pasión por escribir), mi colegio era lo que, con seguridad, mis amigos del barrio llamarian un "cole pituco*" donde asistian toda suerte de muchachitos adineraditos y chicas bonitas y de ojos claritos. Recuerdo con nostalgia a los mellizos Torres que se las ingeniaban, por medio de señas audiovisuales, para actuar al unísono: un verdadero espectáculo para los tontos como yo que muestran su admiración sin el minimo asomo de rubor; había uno que destacaba por jugar basquet un tal López, si mal no recuerdo; cada vez que hacía algo bien el tipo repetía constantemente -Yo conchetumadre, arrastrado jueputa. Yo Fernando Salinas- para que lo recordasen por sus virtudes, lo repitió tantas veces durante el año que, guiado por un mecanismo de defensa, aún con mi extraordinaria memoria, tuve que hacer grandes esfuerzos para recordarlo y aún tengo cierta duda. El galán de la clase se llamaba Anibal Trebejo y yo, como todo mestizo, que no encajaba en los niveles de intercambio de las chicas que el, sin esfuerzo, atraía ferozmente, me propuse ser su amigo inseparable. Así, sacando partido de la timidez de mi amigo, arreglaba las citas a cambio de ardientes besos en el cuello a las interesadas; de lo cual hoy, como es natural, no me hace sentir nada orgulloso, sin embargo a veces conseguia contactos mas allá de lo propuesto.

Extrañaba, esa fría mañana de marzo, aquellos días felices en el colegio Independencia de la Av. Angamos, me expulsaron de ahí, atendiendo las denuncias de las alumnas y sus respectivos padres por mis desvergonzadas prácticas. No obstante, debo anotar en este punto que no me sacaron por pervertir alumnas sino por estafarlas en sus intenciones o mejor dicho por no cumplir con mi parte, dado que en el camino me enamoraba de algunas de ellas.

Y así. Iba en el autobus, camino a mi nuevo colegio, tratando de recordar cómo se llamaba. Cuando me dispuse a bajar en el paradero que me correspondía me dí con la ingrata sorpresa que no habia llevado mis pasajes. ¡Ay! Qué será de mí, no tenía ni para comprar un rin y llamar por telefono a casa para que me auxilie mi padre. ahora si que lo estaba extrañando al miserable.
Resuelto a enfrentar la situación se lo comente al encargado de cobrar los pasajes:
-Sr. buenos días, disculpe que lo interrumpa así, me he levantado tarde hoy y me vine con tanta prisa que dejé mi pasaje en la mesa del recibidor, si Ud. accede a creerme yo me comprometo a ser lo suficientemente honesto para pagarle el pasaje de hoy la próxima vez que lo vea.

Mientras se lo explicaba el seguía pregonando sordamente los lugares por donde pronto pasaría y anunciando a las personas que se iban a bajar; por otro lado yo mismo no entendi lo que dije. No bien termine de hablar y una horda incontrolable empezó a bajarse del autobus: Se pinchó un caucho. No podía creer lo afortunado que era. Así es que, desdeñando al cobrador y profiriendo lisuras irrepetibles, me sumé a los que bajaban del autobus.

El Estadio Nacional de Lima con su imponente altura me producía un temor que solo sabrán conocer aquellos que sufren claustrofobia, pues sienten como se van haciendo mas pequeños al mismo tiempo que las cosas alrededor se vuelven mas grandes. Caminaba con total desaprensión y descuido, como si me hubiera bajado en Angamos para ingresar a mi antiguo colegio. En ese instante recordé que no tenía ni un centavo para regresar a casa y menos para comer algo a media mañana antes del almuerzo.

Estaba viendo de lejos a una multitud de padres apostados detrás de las rejas del colegio, ya el ruido del megáfono me advertía, a tres cuadras de distancia, el ritual nacionalista que practican todos los colegios, en la medida que iba acercándome noté que el fervor nacionalista se convirtió pronto en fervor religioso. La melodía del himno nacional se apagó en el quebranto de una honda tristeza y lastimera alegría de una dulce oración pentecostés... Gloria gloria gloria gloria gloria.

24 abril 2009

"Maldad"


Julián es un hombre como de cuarenta y dos años, cuyos días transcurren, a la intemperie, entre el asfalto y el césped de la pequeña ciudad donde vivo. No habla con nadie y casi siempre tiene la mirada perdida en el vacío como preguntándose (o respondiéndose) algo interesante, además acostumbra a cazar moscas con los dedos para desmembrarlas con destreza quirúrgica antes de anesteciarlas para siempre. Supongo que debe tener algún amigo, pues lo he visto ensayar discursos, mirándose en un espejo inexistente...

Esta mañana lo vi muy triste, abrazando sus piernas flexionadas ligeramente, con la espalda alargada para dejar descansar la sien sobre sus rodillas. Olvidé que era un monstruo para los demás y me acerqué a el para preguntarle...
-¿Por qué has entristecido Julián? Abrió lentamente uno de sus ojos como protegiéndose del sol, observé en ss ojos tanta oscuridad que casi no pude permanecer un segundo más por el temor que me producía su silenciosa mirada. No fue sino su voz lo que me salvó de correr en ese momento...
-¿Julián me has llamado? ¡Julián! -Exclamó mirando hacia atrás- Tenemos visita en casa...
-Tengo que irme -le dije asustado- solo quería que sepas que me preocupa que estés triste... -Mira 'Julián'-emplazó seriamente mirando a un costado- Este niño me ha confundido contigo, y ha mostrado su preocupación por mi estado de ánimo. Parece que ya se retira, así es que...
-Lo siento Julián -me dirigí a su imaginario interlocutor para tranquilizarlo-, no quiero parecerle grosero, ocurre que mi padre me ha dicho que no me acerque por aquí porque dicen que su amigo es un hombre malo. En seguida Julián se echó a reir ruidosamente -¡Soy un hombre malo! ¡Malo! -reía desbordado en una risa que parecía atorarle- Súbitamente guardó silencio, y me apuñaló con sus pupilas azules, examinando en mi mirada algún apoyo a esa acusación infame-
-¿Que entiendes por maldad hijito?
-No sé... -contesté temeroso -¡Julián! -llamó a su imaginario- Mirad que precioso regalo tenemos aquí, he aqui un niño que viene del seno que abriga a esa horda de locos que nos rodean, una pequeña entidad viviente que ha emergido de la sima de la gran ciudad, ciertamente los niños poseen mayor cordura hasta que se les inocula esa ponzoña letal llamada moral- Julián retorcía su cuerpo sobre el cesped, mudaba su rostro a un sinnumero de gestos desagradables, yo creo que estaba sufriendo, porque a veces hablaba con demasiada dificultad, como si alguien detras de el intentara obstruirle para no dejarlo hablar. -¡Suéltame! No vas a impedir que se lo diga. -vociferaba a intervalos- No dejes de mirarme niñito, si quieres comprender lo que tus padres no quieren que comprendas jamás. Por mucho tiempo se ha dictaminado que la maldad es carencia de bondad cuando la bondad es el estado en el que se carece de maldad, el hombre bondadoso es un ser miserable, enclenque, un cuerpo sin huesos, desprovisto de toda fuerza natural que determina la sana supervivencia. La evolución de las especies, en suma la selección natural, sería un error sin el ejercicio eficaz de la maldad. ¿Hubieran tenido alas las aves? ¿Acaso veneno las serpientes? Con seguridad, no tendría melena ni fuerza en el rugido, el león que conocemos hoy. La maldad o inclinación al mal es el tónico más eficiente para la preservación de la especie, no la confundais con perversidad, pues esta deriva del uso de la bondad como mecanismo de protección ante el sórdido descubrimiento de la indefensión personal, de ahí se deduce que no es malo si no malvado aquel que pretende instaurar la bondad entre los hombres, en esa simple acción se revelan sus planes contradictorios en favor de la extinción. Yo recuerdo a un muchacho llamado Cicerón; un cínico impresentable y maestro de la hipocresía, que sentenció: "Cuanto mejor es una persona, más dificilmente sospecha de la maldad de los demás". Semejante premisa solo puede arrojar un resultado verdadero si el sujeto de juicio es un retrasado mental o un feliz desmemoriado, pues para ser una persona mejor es preciso no serlo en principio, es decir, tener la necesidad de trabajar en la eliminación de todo aquello que se considere un antivalor; calculo que a este hombre le faltó sinceridad para afirmar: "Cuanto mejor es una persona, más facilmente observa la maldad de los demás". Unicamente un hombre sincero, es decir que no teme por su vida, puede definir la maldad sin medias tintas, sin temor a la censura...



La maldad del mundo se hace posible sólo por la sanción que tú le das.
Ayn Rand

La maldad es la osamenta de la bondad.
Van Scribenz

20 abril 2009

"Mi sueño estaba escrito"

...Todos venían junto a mí, pero nadie parecía advertir mi lugar. Quiero entender qué esta pasando, por qué de pronto me cierran el paso y me ahuyentan como si no me reconocieran.
Dos pequeños se acercan a mí solo parra llevar sus manos a mi frente, eso me hace sentir tan contento que me sorprende un temblor en todo el cuerpo. Cuando esos niños se alejaron de mí, me detuve para contemplar el horizonte, tal vez, en la infinita luz del cielo, encuentre el consuelo salvador que me aleje del sabor amargo que me produce el rechazo y la mirada fiera.
Recuerdo nitidamente la noche que antecedió a este triste atardecer, solo ha sido ayer, sin embargo tengo la sensación de haber vivido un siglo. Debo estar hablando otro idioma porque nadie me entiende lo que digo ni quieren hablarme, solo contestan a mi desesperación con caricias que no quiero y mandatos que no comprendo.
Ahora que estoy frente a este horizonte gris y pretendo entenderlo todo, termino entendiendo nada. ¡Un momento! dije gris. ¿Gris? ¡No hay colores¡ ¿Qué le han sucedido a tus colores, oh cielo? ¿A dónde ha ido tu rosada belleza, atardecer traicionero? tú tambien me vas a tratar como me tratan ellos. Me han robado los coolores de mis pupilas, a cambio me han dejado solo luces para mendigar sombras. No entiendo qué está sucedien...

-Ven para acá, ven, ven, ven. -Me dijo mi hermano con extraña ternura- Tranquilito, venga que le voy a hacer un regalito.
-Qué pasa José, ¿qué quieres de mí? -le pregunté; pero como no me respondió, me acerqué con cuidado.

No advertí que me había encadenado hasta que un tirón casi me asfixia cuando traté de alejarme. En cuanto más trato de salir de este espantoso asombro, tanto menos lo logro. Me quejé con todos y solo con indiferencia fui atendido. Me sentí humillado y vapuleado no solo por ellos sino porque en el fondo no podía sentirme yo, quería mirar el pedacito de cielo que cae sobre mi cabeza con la esperanza de adivinar la mirada compasiva de Dios, pero ni siquiera eso podía hacer, miraba mis pies como si fueran mis manos y hacía cosas que jamás hubiera hecho en mi sano juicio. ¡Debe ser eso! He perdido el juicio. Ahora lo entiendo todo, he enloquecido.

-¿Entonces qué puedo hacer? -me preguntaba mientras me arrastraban por el cuello con la cadena- Actuaré como ellos esperan que lo haga, ¡O mejor aún! Actuaré como ellos.

José, mi hermano, tiraba rabiosamente de la cadena que sujetaba mi cuello, mi falta de costumbre me obligaba a resistir, pero como estoy loco, esto debe ser una cosa normal y debo estar contento de estar encadenado. Sí señor, qué bonitas estan mis cadenas.
¡Esto está funcionando! Los que vienen con nosotros me tratan con empatía, con cariño, así como yo los he conocido siempre. Traté de hablarle a José, imitándole.

-Oye, José ¿A dónde vamos?
-Ya chiquito, ya-ya-ya -Me respondió-
-Ya pues José, ¿A dónde vamos? Dime.
-Yo te voy a dar algo a la hora que lleguemos.

Nos detuvimos en medio de un barullo.
¡Una fiesta. Qué bien!, La gente en medio de la calle, comía, bailaba y bebía. Me adelanté, olvidando la cadena, para bailar comer y beber con el mismo desenfreno que mostraban los demás. Yo fingía muy bien estar cuerdo, pero los demás enloquecieron.

-¡Fuera! ¡Fuera de aquí! Desgraciado, ¿Quién ha venido con este animal?
La muchedumbre encajó en mi cuerpo toda clase de golpes: carterazos, patadas, manotazos. Me aventaron todo lo que encontraron, intenté defenderme, pero preferí calmarme entendiendo que el demente era yo.
Mi hermano José me cogió por la espalda, me detuvo las manos, me cargó con cariño y me llevó escalones arriba hasta la azotea.

La noche, oblicua para mí, me ofrecía sus mas bellas constelaciones. No logré divisar a la luna, y yo que quería convertirla en el despliegue de mi profunda melancolía, que era el mayor malestar de mi estado de locura. Ay de mí que no encuentro cordura, he perdido mis pasos, mis colores, mi ternura. No quiero llorar, pero este pesar irremdiable me obliga, ahora soy prisionero de mi mismo, de mí y de mis abismos.

Lloré y lloré toda la noche.
Yo creo que se olvidaron de mí porque nadie vino a buscarme cuando se detuvo la música, las luces y los gritos desaforados. Nadie ha venido a buscarme, peor aún, no recuerdo el camino de regreso a casa. Lloré incansablemente hasta que dos sombras oscurecieron una pared apenas iluminada, uno de ellos sostiene un palo, el otro trae una escoba.
Se acercaron a mi amenazándome. pensé en huir pero era demasiado alto para arrojarme.

-Maldito animal, vas a dejarnos dormir aunque tengamos que matarte -dijeron antes de desmayarme a golpes-

Después sentí mis músculos contraerse con violencia con cada golpe, traté de cubrir mi rostro, dejando expuestas mi piernas, mis manos, mi tórax. No pude defenderme más. No pude.
Me cogieron de la espalda, como se coje a un animal sucio, alargándome la piel. Un ojo que no pude cerrar me mostró, de un lado, dos caras llenas de risa y burla, del otro, un vacío hacia el asfalto que me revolvía el estómago.
Caí tan pesadamente y de bruces que apenas sentí el ruido.

Nuevamente los colores aparecieron delante de mí, La noche era azul oscura, y las casas parecían sonreir nuevamente al escapar de las sombras de mi disminuída visión. Sentí la lluvia caer sobre mí, sentí más frío y me levanté feliz de estar vivo.

Miré mi cuerpo destruído, pero no lo sentí como mío...
¡Un perro! He sido un perro. He sido un perro y he sido un sueño. Sentí ganas de correr, correr antes que el olvido destruya este sueño, Tengo que llegar a tiempo a mi blog, una hoja en blanco debe estar esperando por mí ahora.

No tuve que escribirlo; ni siquiera recordarlo, ya todo lo había olvidado; mi sueño estaba escrito.