10 septiembre 2013

Alegremente triste

  • Es una noche fría la de hoy, un frío que siento incluso en mis latidos
    la gente transita sin control. Alrededor, no escucho más que murmuraciones y gritos, y saludos repetitivos sin emociones sinceras.


    Encendí un cigarrillo con el único propósito de hallar una forma de calor, la calidez es casi una fantasía por estos días aciagos y sin revancha
    me siento lastimado en mis afectos y desnutrido en mis ideales, a veces preferiría ser una fría roca que no hace mas daño que ocupar un lugar en este vasto espacio


    La soledad se me ha vuelto una constante pese a que estoy rodeado de gente propia y extraña, apenas puedo hallar cierto gozo contemplando la ciega felicidad de los niños:
    La infancia es algo que extraño tanto que mientras duermo en posición fetal me siento reconfortado y me hallo muy lejos de este mundo plagado de intereses nefastos.

    No he observado el cielo todavía, espero hallar a la luna menos seria que otros días, realmente deseo verla sonriente, sentirme bañado de gracia bajo la bella luz que sólo la torpe luminosidad de la ciudad apaga.

    Me pregunto dónde hallaré un árbol frondoso que recorte a su antojo las luces de un claro de luna sobre un pasto fresco que susurre una brisa musicalmente aguda que me lleve al paraíso de la quietud.
    Cuándo me sorprenderá una noche suficientemente oscura que torne en axioma la bondad de la luz

    Quisiera saber dónde estoy, para poder observar a quienes amo con la tranquilidad de sentirme resuelto ante el dejar de ser y de estar.

    Este libro de mi vida está lleno de estrépitos y corredizos sin salida, desde los cuales veo que la paz es un estado del alma que no voy a encontrar jamás, las montañas y abismos de mi accidentada geografía espiritual me llevan a lugares y circunstancias insospechadas.
    Mi rostro golpeado por los juicios ajenos y lejanos apenas puede abrir levemente un ojo para hallar por algún lado un escape al final.

    "De valientes es la vida" escuchaba, mientras jugaba al trompo y la huaraca, a mis entonces ancianos familiares.
    Los escuchaba y solo guardaba en mi incipiente memoria la palabra "vida" y la repetía mentalmente, y sin razón aparente, en todos mis juegos. Hoy, observo sin dejar de sentir intenso dolor en el alma que hablaban seriamente, y ahora que el juego se ha tornado insuperable comprendo que la valentía es el camino que me ayudara a tomar la vida con una sonrisa amplia y una mirada agradecida.
    Pero ¡Cómo no agradecer a la vida! Si estoy rodeado de seres extraordinarios, de gente que habla con el alma y acaricia sin usar sus manos, que gusta de compartir un segundo en mi (a veces) odiosa compañía.

    ¡Cómo no ser valiente frente a la vida! si al despertar cada mañana el brillo de la estrella más poderosa que conocemos nos bendice y nos promete un bello día: Me siento triste pero conservo la alegria...